domingo, 21 de septiembre de 2008

Dejaría la vida por ella

la chica de negro me dijo con cierto desden que quería ver “algo”, y se poso a mi lado como una rara mariposa monocromática. Quien tenga ojos, sabrá ver, le respondí, con un poco de mi acostumbrada ironía, esa que, mas que tenerla yo, me posee. Pero en realidad la mente de la señorita de oscuro vestía caminaba a la par de mis pensamientos, es mas, casi antecediéndole, y me respondió que no hay peor ciego q el q no quiere ver…
… es un muy buen punto, le respondí, pero la bruma de esa noche de septiembre, me dio la ultima palabra en aquel ajedrez dialéctico, cuando esgrimí q es mejor ver, para poder defenderse de los golpes, ya q estos son inevitables, aunque uno no quiera ver los muros, ella sonrió.
La dama q caminaba, volaba, corría, nadaba, en todos los casos viajaba junto a mí, no era una fémina cualquiera, claro, tampoco era cualquier viaje…
… la sonrisa, esa de la q hable antes, en su rostro lucia oscura, pero a la vez demasiado atractiva para resistirse, tenia sus ojos un brillo demasiado incandescente para de cristal, pero demasiado sombrío para ser un diamante, sus labios…esos labios…
… de seguro podría llevar al cielo o al infierno a cualquier hombre con solo un movimiento, con el mejor o el peor de los besos.
Ella sabia q no me quedaba demasiado para perder aquella velada, que el viaje había comenzado y que no tenia intención de detenerme, pero esa sonrisa, esa forma de mirarme…
…Esa maldita forma de mirarme y reír.
El camino era largo, mas no eterno, y tal vez al final de ese recorrido, yo me quedaría con ella, entre sus oscuras ropas, su nívea piel bajo la pálida luz de la luna cubierta de bruma, era incandescente y seductora; cada transparencia de los velos que la rodeaban me atraían en una lujuria prohibida, pero justo por ello, fascinante y sabrosa.
Sabido es q el hombre siempre elige lo que no debe tomar, quizás por eso ella se reía de mi, y yo…
… ya no tenía mas que perder aquella noche, la verdad es que mi desazón tenia cierto asidero, mis males del alma, mi corazón roto raído por las penas de no poder torcer un destino a ver sus facciones, o probablemente sí, solo que no me apetece describirlas, de cualquier manera esa cama combinaba exacto con su atuendo, con sus manos, y con ese cabello que para ser rojizo es demasiado negro, pero para decir morocha no llega al rubio ideal.
La noche se abría ante mis ojos, la ruta, nubes, o aguas delante de mi, para el caso daba igual (solo importaba el viaje), no parecía llevarme a ningún destino…
… Tal es así, que desde esa noche sigo viajando junto a ella, creo que tiene la certeza de que al final lograría llevarme al destino que reserva para mi, como parte de su colección de almas rotas sin retorno.
Y avanzamos, y hablamos, y los duelos retóricos siguen su curso hasta caer en la falacia, pasan, van, vienen, las palabras se agolpan en la glotis, pero siempre salen sobrando…
… y nada cambia…
… y me mira y sonríe…
… esa maldita forma de reír y de mirarme…


[Marco Cachón – Paraná – 2006]

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